Psalms 77

Historia del ingrato Israel

1
1. s. Como un eco superabundante del Salmo anterior, todo el presente cántico, lo mismo que el de Moisés (Deuteronomio 32) y los Salmos 104, 106, etc., es una síntesis de la historia del pueblo israelita. El salmista la llama parábola y cosa recóndita, porque, los acontecimientos históricos de Israel nos muestran, como aquí, los misterios del Corazón de Dios, manifestados por su Providencia (cf. versículos Salmo 22, 23 y sus notas; Efesios 3, 9 s.; Romanos 16, 25; Colosenses 1, 26; I Pedro 1, 20) y encierran enseñanzas profundas para las generaciones venideras (véase también Nehemías 9, 6 ss.; Hechos 7). En la historia de ese pueblo está prefigurada la de todos los pueblos y de todos los hombres. San Mateo (13, 35), tomando el versículo 2 en sentido profético, señala su cumplimiento en las parábolas de Jesús. “Escucha” (otros vierten: “estate atento”): Esta palabra es siempre el paternal llamado de Dios a su pueblo. No va a pedirle nada ni a ordenarle cosas duras: solo quiere que le preste atención para que comprenda hasta dónde lo ha amado. Cf. versículo 7; Deuteronomio 6, 4; Jeremías 7, 23 ss. y notas.
Maskil de Asaf.
Escucha, pueblo mío, mi enseñanza;
presta oído a las palabras de mis labios.
2Voy a abrir mi boca en un poema,
y evocaré escondidas lecciones del pasado.
3
3 ss. Esta tradición de padres a hijos es cosa muy amada de Dios, siempre que perpetúe las cosas dichas por Él. Cf. Éxodo 12, 26 s.; 13, 8 y 14; Deuteronomio 4, 9 s.; 6, 7 y 20; 11, 19; Josué 4, 6 s.; Joel 1, 3, etc. Vemos también que según los apóstoles se continúa ese espíritu patriarcal que hace de los padres y madres los maestros naturales de sus hijos (versículo 5) para hacerles conocer a Dios y a su Palabra, así como también el marido a la mujer (véase I Timoteo 3, 15 s.; II Timoteo 1, 5; I Corintios 14, 35; I Pedro 3, 1. Cf. Proverbios 22, 6; Eclesiástico 25, 5, etc.). En cambio Jesús dice todo lo contrario cuando se trata de las tradiciones humanas, a causa de las cuales son olvidados los mandamientos de Dios. Cf. Mateo 15, 6 ss.; Marcos 7, 7; Gálatas 1, 12 y 14; Colosenses 2, 8; Tito 1, 14.
Lo que hemos oído y aprendido,
lo que nos han contado nuestros padres,
4no lo ocultaremos a sus hijos;
relataremos a la generación venidera
las glorias de Yahvé y su poderío,
y las maravillas que Él hizo.
5
5 ss. Que conozcan lo que es Dios, en su bondad, para que pongan en Él su esperanza y su confianza (versículo 7) y de ese modo, es decir con amor de hijos, cumplan la divina voluntad: tal es el plan de Dios que se manifiesta en toda la Escritura y que Jesús resume en Juan 17, 26.
Porque Él, habiendo dado testimonio a Jacob,
y establecido una ley en Israel,
mandó a nuestros padres
enseñarlo a sus hijos,
6para que lo supiera la generación siguiente,
y a su vez los hijos nacidos de esta
lo narrasen a sus propios hijos;
7de suerte que pongan en Dios su confianza,
no olvidando los beneficios de Yahvé
y observando sus mandamientos;
8
8. Estos epítetos sobre la rebeldía y dureza de Israel contra el Dios amante que quería ser su maestro (Deuteronomio 32, 12; Isaías 54, 13; Salmo 70, 17; Jeremías 31, 34), se repiten muchas veces en la Sagrada Escritura. Cf. lo que dice Moisés sobre este pueblo en Deuteronomio 32, 5. Véase también la advertencia que San Pablo nos hace para que no corramos la misma suerte que ellos (Romanos 11, 17-24).
para que no vengan a ser como sus padres,
una raza indócil y contumaz;
generación que no tuvo el corazón sencillo
ni el espíritu fiel a Dios.
9
9. Los hijos de Efraím, la tribu más poderosa en los tiempos de la conquista de Canaán. Josué era oriundo de esta tribu, pero no rebelde como ella. Volvieron las espaldas: no en sentido de huir de los enemigos por cobardía, pues eran los más guerreros (cf. Jueces 8, 1 ss.), sino porque, a pesar de serlo, no quisieron destruir a los cananeos de Guécer (Jueces 1, 29) y habitaron con ellos como las demás tribus, quebrantando así el pacto con Dios (versículo 57). Él les echó en cara esto (Jueces 2, 1 ss.) y en castigo dejó subsistir a aquellos pueblos para que sirviesen de tentación de Israel (Jueces 3, 1 ss.). No se trata aquí, pues, del pacto violado según se indica en IV Reyes 17, 13-15 al narrar la caída del reino del Norte, pues allí se alude a ambos reinos, en tanto que aquí se habla especialmente de Efraím como tribu (versículos 9-11; 67-72), y no como nombre extensivo a las diez tribus de Israel por oposición a Judá (versículo 67 s.), según se usa por ejemplo en Ezequiel 37, 16 ss. Cf. Salmo 76, 16 y nota. También era de la tribu de Efraím, Jeroboam, el que se rebeló contra la casa de David (III Reyes 12, 25 ss.; II Paralipómenos 10, 16), pero este cisma, origen sin duda de que el nombre de Efraím se extendiese a las diez tribus, fue después de la muerte de Salomón y este Salmo es de Asaf el gran contemporáneo de David, y habla de hechos antiguos.
Los hijos de Efraím,
muy diestros arqueros,
volvieron las espaldas en el día de la batalla;
10no guardaron la alianza con Dios,
rehusaron seguir su ley;
11olvidaron sus obras y las maravillas
que hizo ante los ojos de ellos.
12
12. Tanis (cf. versículo 43), capital de los faraones de Egipto en tiempos de Moisés, escenario de los acontecimientos relatados en Éxodo capítulos 5-11. Cf. Isaías 19, 11 y 13; 30, 4.
A la vista de sus padres
Él había hecho prodigios
en el país de Egipto,
en los campos de Tanis.
13
13 s. Recuerda el paso del Mar Rojo y la nube que guiaba a Israel (Éxodo 14, 22 y 13, 21).
Dividió el mar por medio, y los hizo pasar,
sosteniendo las aguas como un muro.
14De día los guiaba con la nube
y toda la noche con un resplandor de fuego.
15
15 s. Cf. Éxodo 17, 6; Números 10, 1 ss. y Salmo 104, 41, donde se refiere el prodigio de las aguas sacadas de la roca.
Hendió la roca en el desierto,
y les dio de beber aguas copiosísimas.
16Sacó torrentes de la peña,
hizo salir aguas como ríos.
17
17. Lo propio del hombre es la ingratitud (versículo 32, etc.) y todos somos así. La explicación se encuentra en el versículo 22.
Mas ellos continuaron pecando contra Él,
resistiendo al Altísimo en el yermo;
18
18 ss. Recuerda el maná del desierto y luego el milagro de las codornices (versículos 26 ss.). Cf. Éxodo 16, 2 ss.; Números 11, 4-23. El hablar mal de Dios (versículo 19) consistía en desconfiar de su bondad (cf. Sabiduría 1, 1).
tentaron a Dios en sus corazones,
pidiendo comida según su antojo.
19Y hablando mal de Dios, dijeron:
“¿Podrá Dios prepararnos
una mesa en el desierto?
20Cierto es que hirió la peña,
y brotaron aguas y corrieron torrentes;
mas ¿podrá también dar pan
y proveer de carne a su pueblo?”
21
21. Fuego: El de la cólera divina (Números 11, 1).
Yahvé lo oyó y se indignó;
su fuego se encendió contra Jacob,
y subió de punto su ira contra Israel,
22
22. Nótese cómo no se habla precisamente de los pecados contra la Ley sino de la falta de fe confiada, porque de esta falta proceden los demás pecados. Es toda la economía del Cristianismo: de las virtudes teologales proceden, por obra de la gracia, las virtudes morales (Gálatas 5, 6). De aquí que para reformar las costumbres hemos de empezar por dar a conocer el Corazón de Dios, predicando su Palabra, que es la que engendra la fe (Romanos 10, 17) y le hace dar frutos (Mateo 13, 1-23; II Timoteo 3, 16 s.; Salmos 1, 2 s.; 118, 11, etc.).
porque no creyeron a Dios,
ni confiaron en su auxilio.
23
23 ss. Véase Éxodo 16, 13-21; Números 7-9.
Con todo, ordenó a las nubes en lo alto,
abrió las puertas del cielo,
24y llovió sobre ellos maná para su sustento,
dándoles trigo del cielo.
25
25. Pan de fuertes: Otros vierten: Pan de ángeles: el maná, figura del pan bajado del cielo que es Cristo. Cf. Juan 6, 32 ss.; I Corintios 10, 3.
Pan de fuertes comió el hombre,
les envió comida hasta hartarlos.
26
26 ss. Véase Éxodo 16, 13; Números 11, 31-35. (Ábrego: viento sur).
Después levantó el viento solano en el cielo,
guio con su poder el ábrego,
27y llovió sobre ellos carne
tanta como el polvo;
aves volátiles como arena del mar
28cayeron en su campamento,
en derredor de sus tiendas.
29
29. Lo que habían deseado: Para su mal. ¡Tremenda forma de castigo que debe hacernos temblar antes de quejarnos de Dios! Cf. Salmo 80, 13 y nota.
Y comieron y se hartaron.
Así Él les dio lo que habían deseado.
30
30 s. Y aquel lugar fue llamado sepulcro del deseo (Números 11, 33; 33, 17), en recuerdo de que la ira de Dios se encendió contra la desconfianza de su pueblo y su pretensión de saber mejor que Él lo que les convenía. ¿No fue acaso semejante el pecado de Adán y el de Babel? ¿No fue igualmente torpe y desconfiada la actitud de los hombres, incluso de los discípulos, cuando Jesús les anunció que su Cuerpo es comida y su Sangre es bebida? (Juan 6, 53 y 61). Por lo demás, la necesidad de castigo sigue viéndose en los versículos 32, 41, etc.
Mas no bien satisfecho su apetito,
y estando el manjar aún en su boca,
31se alzó contra ellos la ira de Dios,
e hizo estragos entre los más fuertes,
y abatió a la flor de Israel.
32Sin embargo, pecaron de nuevo,
y no dieron crédito a sus milagros.
33Y Él consumió sus días en un soplo,
y sus años con repentinas calamidades.
34
34. San Agustín observa ya que el pueblo de Israel, que siempre vuelve a rebelarse contra Dios, es figura del hombre de todas las edades y tiempos. ¡Si al menos reconociéramos nuestra miseria! Ello bastaría para que Dios se apresurase a perdonar (cf. Lucas 15, 20; Juan 6, 37).
Cuando les enviaba la muerte,
entonces recurrían a Él,
y volvían a convertirse a Dios,
35recordando que Dios era su roca,
y el Altísimo su Libertador.
36
36 s. Cf. esta misma queja en boca de Jesús (Mateo 15, 8 citando a Isaías 29, 13).
Pero lo lisonjeaban con su boca,
y con su lengua le mentían;
37su corazón no era sincero para con Él,
y no permanecieron fieles a su alianza.
38
38. Patente contraste entre lo que somos nosotros y lo que es Él (Salmo 76, 10 y nota). “La justicia, dirigida hacia la purificación de las personas y de los pueblos y para atraerlos hacia sí, siempre sigue estando por debajo de la justicia del padre, inspirado y dominado por el amor” (Pío XII).
Él, no obstante, en su misericordia,
les perdonaba su culpa, y no los exterminaba.
Muchas veces contuvo su ira,
y no permitió que se desahogase toda su indignación,
39
39. “¡Por eso, porque el hombre es tan poca y endeble cosa, Dios se siente más inclinado a perdonarle!” (Manresa). Cf. Salmo 102, 13-14; Job 10, 9; Génesis 6, 3; 8, 21. Espiritualmente este texto aplicado al soplo del Espíritu Santo (cf. Salmo 103, 29 s.) nos hace entender mejor la palabra de Jesús en Mateo 26, 41. Si lo único que puede sostenernos es el espíritu, no siendo este cosa nuestra sino prestada, resulta evidente la necesidad de buscarlo y pedirlo constantemente por la oración a Dios y la meditación de su Palabra (Salmo 62, 9; Lucas 11, 13; Santiago 1, 5 y 21).
acordándose de que eran carne,
un soplo que se va y no vuelve.
40¡Cuántas veces lo provocaron en el desierto;
cuántas lo irritaron en aquella soledad!
41
41. El Santo de Israel: el mismo Dios.
Y no cesaban de tentar a Dios,
de afligir al Santo de Israel.
42
42 ss. Descripción de las plagas de Egipto (Éxodo capítulo 7 ss.), asombrosa manifestación del amor de Dios a su pueblo, amor que después del abandono de Israel por su incredulidad (Hechos 28, 25 ss.; Romanos 11, 20) se mostrará una vez más en los últimos tiempos (Isaías 63, 4 ss.; Joel 3; Romanos 11, 23-31, etc.).
No se acordaban ya de su mano,
de aquel día en que los libertó
del poder del opresor,
43cuando Él ostentó sus prodigios en Egipto,
y sus maravillas en los campos de Tanis,
44
44. Primera plaga. El versículo 45 recuerda la 4ª y la 2ª; el 46 la 8ª; el 47 la 7ª; el 48 la 5ª; el 49 la 9ª; el 50 la 6ª. No se menciona la tercera plaga: los mosquitos (Éxodo 8, 16 ss.) quizá por comprenderla en la de las moscas (versículo 45 a).
trocando en sangre sus ríos
y sus canales, para que no bebiesen;
45enviando contra ellos
unos tábanos que los devoraban,
y ranas que los infectaron;
46entregando sus cosechas a la oruga,
y el fruto de su trabajo a la langosta;
47destruyendo con el granizo sus viñas,
y con heladas sus higueras;
48
48. Así Rembold. Cf. Calès.
librando a la peste sus manadas,
y sus rebaños al contagio;
49
49. Ejecutores de calamidad . Otros: ángeles malos. Véase Sabiduría 18, 15 y nota. Cf. Apocalipsis 7, 1 ss.; 9, 14 s.; 15, 1, etc.
desatando contra ellos el ardor de su ira,
su indignación, el furor, el castigo:
un tropel de ejecutores de calamidad;
50
50. Para la traducción cf. Rembold y Calès.
dando libre paso a su saña,
y entregando a ellos mismos a la peste,
sin perdonar sus propias vidas,
51
51. Cam , hijo de Noé, es, según el Génesis (10, 6), progenitor del pueblo de Egipto, que en hebreo es llamado Misraim. Primicias del vigor se llama a los primogénitos (Génesis 49, 3; Deuteronomio 21, 17). Cf. Salmo 126, 4.
y matando a todo primogénito en Egipto,
las primicias del vigor en las tiendas de Cam.
52
52 s. Notemos el amor y ternura que pone Dios en esta expresión. Cf. Isaías 63, 9-14; Salmos 76, 21; 79, 2; Oseas 12, 13, etc.
Ni recordaban cuando como ovejas
sacó a los de su pueblo,
y los guio como un rebaño por el desierto,
53y los condujo con seguridad y sin temor,
mientras sepultaba a sus enemigos en el mar.
54
54 s. Los montes (quizá: los límites). Se trata de toda la Palestina (Josué 13, 7), región montañosa (cf. Éxodo 15, 17). Su diestra, no el esfuerzo de Israel. Véase los admirables pasajes del Deuteronomio 7, 7-24; 9, 1 ss.; Salmo 67, 6-13 y notas. Expulsó a los gentiles (versículo 55): Véase Salmo 79, 9; Sabiduría 12, 6. Son incontables los casos como este en que Dios hace ostentación de su amor y preferencia por el pueblo escogido (Deuteronomio 32, 8 ss.; Salmo 104, 14 y 44, etc.). Repartió la heredad: Cf. Josué 13, 6; 17, 1 ss. Cf. Ezequiel 47, 13-23.
Y los llevó a su tierra santa,
a los montes que conquistó su diestra;
55expulsó ante ellos a los gentiles,
en suertes repartió la heredad de estos,
y en sus pabellones hizo habitar
a las tribus de Israel.
56Pero ellos aun tentaron
y provocaron al Dios Altísimo,
y no guardaron sus mandamientos.
57
57. Fallaron como un arco torcido: Para notar la elocuencia de esta figura obsérvese que se trata aquí nuevamente de los efraimitas, hábiles arqueros (versículo 9). Ellos tuvieron en su tierra el honor de poseer el Tabernáculo (versículo 60).
Apostataron y fueron traidores,
como sus padres;
fallaron como un arco torcido.
58
58. Lugares altos: En los collados hacían culto idolátrico a manera de los cananeos (cf. Deuteronomio 12, 2; Levítico 26, 30). Todos los profetas tuvieron que luchar más tarde contra ese culto en los lugares altos.
Lo movieron a ira
con sus lugares altos,
y con sus esculturas
le excitaron los celos.
59Ardió con esto el furor de Dios;
acerbamente apartó de sí a Israel,
60
60 s. El Tabernáculo, su Morada (cf. Jeremías 7, 12), había sido puesto en Silo (tribu de Efraím) en tiempo de Josué (Josué 18, 1). El Arca de la Alianza, llamada su fortaleza y su gloria (versículo 61), cayó en poder de los filisteos (I Reyes 4, 4 y 11) y no regresó más allí, donde había estado instalada en tiempo de los Jueces (I Reyes 4, 21). Cf. Ezequiel 41, 26.
y abandonó el Tabernáculo de Silo,
la morada que tenía entre los hombres.
61Abandonó al cautiverio su fortaleza,
y su gloria en manos del adversario.
62Entregó su pueblo a la espada,
y se irritó contra su herencia.
63
63. No fueron desposadas: Porque los jóvenes habían perecido.
El fuego devoró a sus jóvenes,
y sus doncellas no fueron desposadas.
64A cuchillo cayeron sus sacerdotes,
y sus viudas no los lloraron.
65
65. Es Dios mismo quien se aplica este símil de asombroso vigor para mostrarnos el celo con que defiende a los suyos (cf. Lucas 1, 71; Juan 10, 28- 30 y nota).
El Señor despertó entonces
como de un sueño
-cual gigante adormecido por el vino-
66
66. Alusión a la enfermedad vergonzosa que sufrieron los filisteos mientras el Arca estaba en su territorio (I Reyes 5).
e hirió a los enemigos en la zaga,
cubriéndolos de ignominia para siempre.
67
67 s. Dios eligió el monte Sión como sede del Tabernáculo, en señal de la preponderancia de Judá sobre Efraím. Cf. versículo 9 y nota; Salmos 67, 17 y 28; 79, 2; 80, 6; 86, 3; I Paralipómenos 28, 4; Amós 9, 11; Hechos 15, 16 s.
Mas reprobó la tienda de José,
y a la tribu de Efraím no la eligió,
68y prefirió a la tribu de Judá,
el monte Sión, su predilecto.
69
69. Cf. Salmos 88, 30; 148, 1 y 7; Isaías 65, 17; 66, 22; Efesios 1, 10; II Pedro 3, 13, etc.
Y levantó, como cielo, su santuario,
como la tierra, que fundó para siempre.
70
70 ss. Véase la admirable elección de David, figura de Cristo: ¡Era “el más pequeño” y apacentaba ovejas! Véase I Reyes 16, 11 ss.; II Paralipómenos 6, 6; II Reyes 5, 2; 7, 8 (cf. Amós 7, 15; Lucas 5, 10); Ezequiel 34, 23; 37, 24 s.; Miqueas 7, 14; Salmos 88, 21; 131, 11 ss.; Eclesiástico 45, 31; 47, 2 ss.
Y escogió a su siervo David,
sacándolo de entre los rebaños de ovejas;
71detrás de las que amamantaban lo llamó,
para que apacentase a Jacob, su pueblo,
y a Israel, su heredad.
72Y él los apacentó con sencillez de corazón,
y los guio con la destreza de sus manos.
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